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domingo, 22 de febrero de 2015

El hombre reloj

¿Habéis visto alguna vez la película de Mejor…Imposible, en la que Jack Nicholson interpreta a un obsesivo compulsivo maniático y cascarrabias? Si me miráis con cara de “que dice este colgao” os recomiendo que la vieseis, es una comedia muy divertida y muy tierna. La saco a colación por el personaje de Nicholson, maniático hasta lo extremo, que cierra con pestillo la puerta de su casa un número determinado de veces, come siempre en el mismo sitio, a la misma hora, atendido por la misma camarera, con cubiertos traídos de casa, y que cuando camina por la calle no pisa ni una sola línea. Reconozcamos que, sin llegar a los límites de lo Asperger, nosotros también tenemos nuestras manías tontas que repetimos de forma ritual como llamada a la buena suerte o porque, que se yo, son costumbres que empezaron como un juego infantil. No obstante hubo un hombre que llevo la rutina a tal extremo que su vida se rigió como el mecanismo de un reloj suizo, sin jamás retrasarse o adelantarse, en un rítmico movimiento psicótico que solo se detuvo una vez muerto; y, curiosamente, no hablamos de un personaje desconocido, se trata de un filosofo alemán, el creador de la ética moderna, del imperativo categórico, el amigo de los niños –redoble de tambores- Immanuel Kant.
Ya tu sabeh


Los filósofos y las personas aficionadas a la filosofía, de por sí, no suelen tener fama de personas corrientes. Soy consciente de lo ofensivo generalización bastante pero, seamos sinceros y permisivos, yo entiendo que una persona tenga inquietudes metafísicas y ontológicas, yo mismo las tengo y siento apego por ciertas filosofías, sobre todo para las mas nihilistas y pesimista, porque soy la alegría de la huerta, vaya; pero para encontrar diversión y vocación en la filosofía pura a mis ojos no debes de ser una persona normal; y viendo la clase de profesores de filosofía que han pasado por mi vida, ese "normal" no tiene connotaciones positivas. Digamos, mejor, que debe de ser, como mínimo, una persona original. Dudo que alguien luego de leer los ladrillos de Spinoza, el positivismo de Wittgenstein, el humanismo de Habbermas y mil y una disciplinas mas de autores que solo con pronunciarlo se le cae el alma a los pies al mas pintado, pueda mantener una conversación sobre las curvas de Scarlett Johannson sin sacar a la palestra a alguno de estos sabios o a sus razonamientos acerca de la Idea de Scarlett Johannson, o la metafísica del lenguaje o bla bla bla. Dicho esto, partimos de que nuestro amigo Kant no iba a ser una persona promedio, pero es que ni siquiera es un filósofo promedio, este hombre llevaba lo bizarro a niveles de lo absurdo. Ahora que por fin vamos a entrar en materia luego de un excesivamente largo prologo, debo avisar que no pienso torturar a mis pobres lectores con los sesudos conocimientos filosóficos de Kant o un aburrido contexto histórico, uno, porque yo solo intento hacer divulgación amena y divertida, y segundo, porque bastante poco publico tengo para perderlo; yo me debo a mis fans, pardiez. Pero hablemos del protagonista, hablemos de Kant.

Actualmente Konigsberg se llama Kaliningrado y pertenece a Rusia. Y hasta tiene un castillo


Immanuel Kant nació en 1724 en la pequeña localidad de Konigsberg, en la Prusia oriental, hoy territorio ruso, y nunca se movió de los alrededores de esta ciudad, donde se convirtió en profesor de filosofía y donde públicó la mayor parte de su revolucionaria obra pensante, hasta su muerte, en 1804 años, con 80 años ya a sus espaldas. Actualmente, los estudiantes de bachillerato a los que no pienso hacer los deberes lo recordaran, Kant es conocido por sus críticas a la razón pura (1781) y a la razón práctica (1788), que versan sobre la voluntad humana y la moral, la relación entre el juicio estético y la verdadera esencia de la naturaleza, respectivamente; además de sus postulados sobre la ética que aun hoy en día tienen gran vigencia, y que se basan en el uso de imperativos condicionados (lo que hacemos sujetos a un estimulo externo, como una recompensa o por miedo) e imperativos categóricos (lo que hacemos sujetos al deber, como pensamiento abstracto y noble). La filosofía kantiana marco un antes y un después en la filosofía europea, lo que fue llamado como giro copernicano, todo un testimonio de la Ilustración del siglo XVIII, en resumen,  un gran legado a la humanidad de un hombre más soso que las lapas. Y es que para idear y escribir conceptos tan abstractos uno debe evitar cualquier distracción, aunque esta sea elegir una calle diferente o coger o no un paraguas cuando llueve; el buen filósofo ha de estar siempre centrado y dedicarse por entero a la contemplación ilustrada, y Kant, desde los cuarenta años hasta su muerte cumplió esta máxima religiosamente.

Julio, tu chapa nos hace sufrir con filtros dramaticos, para

Nuestro amigo Immanuel –porque Manolo Kant no suena tan trendy- era despertado todas las mañanas por su criado, Lampe, cinco minutos antes de las cinco de la mañana; lo que las abuelas provincianas llaman “la fresca”. Tomaba un desayuno que consistía en dos tazas de café, fumaba una pipa, único vicio del día; luego leía en su salón, preparaba las clases hasta las siete y atendía a los alumnos y después de dar sus clases volvía a su despacho hasta el mediodía. Luego nuestro filósofo se vestía con sus más formales atuendos e iba a comer acompañado de un grupo selecto de amigos, nunca más de ocho ni menos de tres -no es coña, tal cual-: este era de sus pocos contactos sociales, una informal conversación con otros profesores universitarios, en las que Kant tenía fama de ser un gran conversador -aunque yo solo imagino un Sheldon-. Tras la comida, daba un paseo de forma casi castrense, solo, contando los pasos y respirando por la nariz. La caminata le llevaba a la casa de su amigo Joseph Green, donde pasaba las horas muertas hasta las siete, en que retomaba el camino a casa del mismo modo que antes. En casa, leía hasta las diez, realizaba unos ejercicios de relajación para evitar los malos sueños y se acostaba. Esta rutina, metódica, servía para que sus vecinos de Konigsberg pusieran los relojes en hora dependiendo del lugar en que se encontrara el filosofo en ese momento, y solo fue interrumpida en esos 40 años una vez. En efecto, entre 1778 a 1781, Immanuel Kant desapareció de la vida pública ¿Conoció a una mujer, un hombre? ¿Se enamoró? ¿Se fugó con una amante? ¿Se casó en secreto hasta que algo salió mal y tuvo que regresar a su hogar ?

Oh, pobres almas ignorantes...

En serio, si os habéis planteado alguna de estas hipótesis es que tenéis mucha fe puesta en este hombre. No, su desaparición tuvo un motivo mucho más profundo: se aisló en su casa para escribir su gran obra Crítica a la razón pura; literalmente, permaneció encerrado pensando durante tres años; tres años que tuvo acongojados -acojonados- a sus pocos amigos, que estuvieron a punto de echar la puerta abajo en mas de una ocasion al pensar que había perdido el juicio. Es comprensible esta tardanza, puesto que el librito en cuestión consta de 800 páginas de amena y accesible filosofía del pensamiento. Antes he sacado a colación la vida sexual de Kant, aunque debería referirme mejor como la ausencia total de vida sexual de Kant. Nunca se caso, ni se le conoció amante ni relación amorosa, permaneció soltero toda su vida, y es redundante que murió célibe: su gran y único amor era la filosofía. Así transcurrió la vida de Kant, el filosofo-reloj, sin absolutamente un suceso llamativo o una peripecia destacarle salvo su mecánico ritmo de vida, lo cual resulta hasta paradójico.
Como no iba a ser un buen partido semejante hombre...

La historia se convirtió en leyenda y la leyenda en mito, y gracias a la literatura la vida de Kant se rodeo de un aura de romanticismo hasta tal punto que hoy en día cuesta distinguir cuánto hay de verdad en esta rutinaria existencia que os he expuesto. Thomas de Quincey, escritor ingles del siglo XIX, que también merecería un artículo en mi blog, dedicó un ensayo a los últimos años del filósofo, y definió este comportamiento como el declive de una de las mentes más brillantes de la humanidad. También existe otro libro, más actual, de un filosofo francés inventado, llamado La vida sexual de Immanuel Kant, que es más un juego borginiano, metaliterario, que una obra biográfica, y del que apenas conozco algo más allá del título, pero que me supongo aborda con mayor profundidad y socarronería esta faceta del filosofo.


Este artículo se ha extendido más de lo que me hubiera gustado, pues solo pretendía ser una anécdota divertida de una figura histórica, y he terminado por convertir la anécdota en un monográfico. Si habéis llegado hasta aquí espero que os hayáis divertido y que os haya ayudado a conocer una parte de la vida del filosofo que no se enseña en los libros y que, para el ordinario mortal , es mucho más atractiva que una clase de filosofía de Bachillerato. 

Jack Nicholson aprueba esta entrada

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